COSTA BRAVA SIGLO XXI

Por Daniel Giralt-Miracle, comisario. Fragmento del texto aparecido en el libro Costa Brava Segle XXI

(…) Los primeros en crear el mito de la Costa Brava, antes incluso de que Ferran Argulló la denominara así, fueron un grupo de veraneantes selectos, en su mayor parte miembros de la burguesía urbana, que rompieran la costumbre de pasar los meses de calor en el Maresme o en las costas terraconenses y se desplazaron hacia el norte. Allí, en emplazamientos privilegiados y casi vírgenes, situaron sus residencias de verano, desde las que podían disfrutar del clima benigno y de unas vistas excepcionales, que a menudo se limitaban a contemplar desde el interior de sus casas. 

Esta es la mirada que plantea Jordi Bernadó, que invierte la tendencia general de fotografiar la Costa Brava desde el mar, enfocando los acantilados, las playas o las siluetas de los pueblos costeros, para explicarnos la idiosincrasia de este litoral desde una casa que en su día fuera propiedad de una de estas familias pioneras del veraneo en la Costa Brava.

A través de la fotografía y la arquitectura —los dos ámbitos creativos que más ha trabajado a lo largo de su trayectoria—, Bernadó nos enseña todo lo que se ve desde el interior de la casa: los jardines, los árboles, el mar, los horizontes, la luz… Pretende, con ello, ofrecernos una «visión culturalizada» de la Costa Brava, porque entiende que todos los lugares nos remiten a historias, a evocaciones, a experiencias vividas. No en vano uno de sus lemas es «la importancia de imaginar lo que dicen las imágenes».

De hecho, Bernadó ha sido siempre un gran explorador de los lugares que visita, un aventurero que se sirve de la fotografía para plasmar de una manera subjetiva lo que le ofrece lo más objetivable de un territorio, ya sea un pueblecito de la península Ibérica o de China, los grandes espacios americanos, las playas de las Canarias, las casas unifamiliares holandesas o los rascacielos americanos, los parques naturales o las ciudades industriales. Sus contradicciones, los aspectos exóticos o kitsch, los choques entre lo moderno y lo antiguo, lo útil y lo inútil, todo lo utiliza el artista para componer una narración visual en la que rehúye los encuadres y los argumentos de las fotografías tópicas que nos suelen mostrar las postales, la publicidad y los reportajes de las revistas, y para jugar con la imagen al límite de lo que permiten los códigos usuales. (…)

Written by Daniel Giralt-Miracle, curator. Excerpt from the text published in the book Costa Brava Segle XXI

(…) The first people to create the myth of the Costa Brava, even before Ferran Argulló named it as such, were an elite group of holidaymakers, mostly members of the urban bourgeoisie, who broke with the tradition of spending the hottest months of the year on the Maresme or Tarragona coasts and headed noth instead. There, in privileged and almost virgin spots, they locate their summer residences, from which they could enjoy the fabulous weather and some exceptional views —although often limiting themselves to contemplating these from inside their houses. 

This is the viewpoint presented to us by Jordi Bernadó, who inverts the tendency to photograph the Costa Brava from the sea, focusing on the cliffs, the beaches and the silhouettes of coastal towns, to highlights the idiosyncrasy of this coastline from a house that was once owned by one of those pioneering families to holiday in the Costa Brava. 

Through photography and architecture —the two areas he has worked most in during his career— Bernadó shows us everything that can be seen from inside the house: the gardens, the trees, the sea, the horizons, the light… With this view he aims to offer us a “cultured vision” of the Costa Brava, because he believes that every place has stories to tell us, evocations, experiences lived. It is not surprising then that one of his mottos is “the importance of imagining what the images are saying”.

In fact, Bernadó has always been a great explorer of the places he visits, an adventurer who uses photography to capture in a subjective way what it is that he finds most objectifies a place, whether it is a small town in Spain or in China, the great American outdoors, the beaches of the Canary Islands, single-family homes in the Netherlands or American skyscrapers, natural parks or industrial cities. The contradictions, the exotic or kitsch aspects, the clash between modern and old, useful and useless: he uses them all to compose a visual narration which refuses to be boxed in and rejects the clichéd photographical arguments that are usually portrayed on postcards, in advertising and in magazine articles, and he plays with images to the very limits of the normal rules. (…)