KidZania

Por Martí Peran, comisario

KidZania reproduce una ciudad real adecuada al tamaño infantil. En el interior del recinto, los niños deben actuar como adultos y acceden a distintas ofertas de formación, variados puestas de trabajo y, por supuesto, una suculenta oferta de consumo. En KidZania se puede ser bombero, doctor, periodista o repartidor de pizzas; cada trabajo, accesible en función de unos requisitos determinados, obtiene su recompensa monetaria en forma de kidZos, que pueden depositarse en los bancos o pueden gastarse en las numerosas y coloreadas tiendas de la ciudad. El valor del trabajo y del dinero son, en efecto, los ejes sobre los que gravita el proyecto edutainment de KidZania. Se calcula que un tercio de las ganancias proceden de las numerosas empresas —Coca Cola, McDonald’s, Domino’s, DHL, Jumex, Comex…— que protagonizan el paisaje urbano y que garantizan la efervescencia de la actividad laboral y social en KidZania. 

Las fotografías de Jordi Bernadó proceden de la sede primigenia del estado en KidZania en Ciudad de México. La secuencia de imágenes descubre, en primer lugar —y bajo la omnipresencia de un cielo de trampantojo—, la naturaleza interior de todo el complejo. Esta surte de cierre acentúa el perfil de KidZania como un auténtico laboratorio en el que las bases de un determinado modelo de cohesión social son puestas a prueba. En KidZania, en efecto, el mismo despliegue pedagógico que oferta permite evaluar la eficacia y fiabilidad de todos los mecanismos que lo sostienen como modélico. Ya no se trata de un mero aprendizaje lúdico —lo cual acentuaría el desarrollo del pensamiento creativo—, sino de convertir el propio aprendizaje en un juego que instruye en un modelo social ya establecido y que aspira a perpetuarse. Como cualquier laboratorio, KidZania es pues un espacio de simulacros. Las fotografías de Jordi Bernadó enfatizan esta evidencia hasta tal extremo que el naturalismo del reportaje se torna incrédulo. (…)

Written by Martí Peran, curator

KidZania reproduces a real city that is scaled down for children. Inside the grounds, the children have to act like adults, gaining access to different educational offers, all kinds of jobs and of course, a succulent range of things to consume  in KidZania you can be a fire-fighter, a doctor, a journalist or a pizza delivery boy or girl; each job, accessible according to certain requirements, is rewarded monetarily in the form of kidZos, which can be deposited in the banks or spent in the city’s many colourful shops. The value of work and money are, in effect, the axes on which the KidZania edutainment project spins. It is estimated that a third of the earnings come from the many companies —Coca Cola, McDonalds, Dominos, DHL, Jumex, Comex— that fill the urban landscape and which guarantee that KidZania hums with working and social activity.

Jordi Bernadó’s photographs are of the original State of KidZania in Mexico City. The sequence of images reveals firstly, under the omnipresent artificial sky, the interior nature of the whole complex. This kind of enclosed atmosphere accentuates KidZania’s profile as an authentic laboratory in which the bases of a certain model of social cohesion are put to the test. The range of teaching that KidZania offers makes it possible to assess the effectiveness and reliability of all the mechanisms that sustain it as a model. It is no longer a case of mere learning through play —which would heighten the development of creative thinking— but of turning the learning into a game that teaches an already established social model and which aspires to perpetuate itself. Like any laboratory, KidZania is, then, a place for simulacra. Jordi Bernadó’s photographs stress this obvious fact to such an extent that the reportage becomes quite sceptical. (…)