Albania: Búnkers & Mercedes

Bajo el régimen comunista del dictador Enver Hoxha, Albania experimentó un periodo de reconstrucción industrial y social. Se implementaron mejoras de infraestructura, los índices de alfabetización crecieron, y el país avanzó hacia la autosuficiencia agrícola. Pero también fue un tiempo de intenso malestar político. El gobierno de Hoxha ejercía una fuerte represión sobre la población albanesa, incluyendo campos de trabajo forzado y ejecuciones extrajudiciales. La esencia del régimen estaba basada en una sensación extrema –casi paranoica– de miedo. Albania se creía bajo la amenaza constante de potencias extranjeras y disidentes internos.

Entre los 1960s y los 1980s, Albania construyó cientos de búnkers militares. Aunque el número exacto es objeto de disputa, la mayoría de investigaciones estiman un total de 750.000 búnkers –un búnker por cada cuatro habitantes. El razonamiento de este despliegue masivo era equipar al país para defenderse de posibles enemigos. O, mejor dicho, de enemigos imaginarios.

A día de hoy, los búnkers –ya obsoletos– se han convertido en un símbolo del delirio albanés. Sin embargo, los viejos complejos y paranoias han encontrado una nueva forma de manifestarse en la sociedad contemporánea. Aunque no tan obvios, los nuevos “búnkers” desempeñan un papel crucial en la autopercepción económica de la población: los coches. Un determinado tipo de coche, el Mercedes-Benz.

Cientos de Mercedes-Benz llenan las ciudades, costas y montañas del tercer país más pobre de Europa, denotando un estatus social y económico del que carece. Con una población de tan sólo 3 millones de habitantes, Albania tiene un total estimado de un millón y medio de Mercedes-Benz. Eso es, un coche por cada dos habitantes. Paradójicamente, en un país donde la propiedad privada no existió hasta 1991, la posesión individual de bienes de lujo –y su consiguiente exhibición– se ha enraizado en la mentalidad colectiva. Como los búnkers construidos para defenderse de amenazas inexistentes, los Mercedes-Benz protegen a sus dueños de la pobreza. Los tiempos cambian, el delirio persiste.

En Bunkers&Mercedes Jordi Bernadó viaja por los paisajes de Albania, fotografiando cada Mercedes-Benz que se cruza en su camino. El resultado es un testimonio visual de los miedos y deseos del país, donde la frontera entre lo banal y lo trascendental se vuelve borrosa. Y, siempre acechando la mirada del fotógrafo –o, tal vez, guiándola– reposan los búnkers invisibles, excluidos de las fotografías y, sin embargo, no del todo ausentes. Como fantasmas, reencarnados en cada vehículo de cuatro ruedas.

Under dictator Enver Hoxha’s communist regime, Albania underwent a period of industrial and social reconstruction. Crucial infrastructural improvements were implemented, adult literacy rates went up, and the country moved towards agricultural self-sufficiency. Yet it was also a time of heightened political turmoil. Hoxha’s government applied a starch repression over the Albanian population, ranging from forced labour camps to extrajudicial executions. The entire regime was based on an extreme –almost paranoid– sense of fear. Albania believed itself to be under permanent threat from both foreign powers and internal dissidents.

Between the 1960s and 1980s, hundreds of thousands of military bunkers were built in Albania. Although the exact number is still a matter of dispute, most accounts point to an estimate of 750,000 –one bunker per every four inhabitants. The rationale behind this operation was to effectively equip the country to protect its borders from potential enemies. Or, more accurately, imaginary enemies. 

Now, the obsolete bunkers have become a symbol of Albania’s delusion. Yet, those old feelings of paranoia and self-aggrandisement have found a new manifestation in contemporary society, one which, albeit less obvious, also plays a key role in shaping the collective imaginary of national wealth: a car, the Mercedes-Benz. 

Denoting the social and economic status that Albania lacks, Mercedes-Benz cars fill the cities, coastlines and mountains of the third poorest country in Europe. With a population of only 3 million inhabitants, Albania has an estimate of one million and a half of Mercedes-Benz. That is, one car per every two inhabitants. Paradoxically, in a country where private property did not exist until 1991, the individual possession of luxury items –and their display– has become engrained in the population. Like the bunkers built to ward off inexistent threats, Mercedes-Benz cars shield their owners from poverty. Times change, delusion endures. 

In Bunkers & Mercedes Jordi Bernadó takes a journey across the many landscapes of Albania, setting out to photograph every Mercedes-Benz that he encounters on the way. The result is a visual testimony of Albania’s fears and fantasies, where the line between the banal and the transcendental becomes blurred. And, haunting the photographer’s gaze –or, perhaps, guiding it through– stand the invisible bunkers, absent from the photographs and, yet, implied. Like ghosts, reincarnated in every four-wheeled vehicle.